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Minería urbana

Cada vez con más volumen, los residuos electrónicos permiten recuperar metales como aluminio, cobre, oro, plata y paladio, pero su recolección y procesamiento están solo en los primeros pasos en el país

 

En general, la palabra minería se asocia a la imagen de hombres y máquinas haciendo el movimiento de largas porciones de tierra en ubicaciones aisladas. Pero, en la actualidad, en el interior de las grandes ciudades se desarrolla una versión muy contemporánea de esa muy tradicional actividad: la minería urbana, como se llama la extracción de metales preciosos presentes en smartphones, ordenadores y televisoras, entre otros electro-electrónicos, cuya producción utiliza una gama bastante diversificada de materiales, siempre pasible de recuperación y reciclaje.

Cuantitativamente, en eses productos predominan plásticos, vidrio y metales más comunes como el hierro, pero hay también metales más caros – como aluminio y cobre – y, en especial en placas de circuitos integrados, otros valiosos, como oro, plata y paladio.

De una tonelada de residuos electrónicos se puede extraer, entre otras cosas, algo entre 100 y 150 gramas de oro. Ya la minería primaria movimiento alrededor de una tonelada de minerales para producir cinco gramas de oro. Pero, mientras en una mina el mineral está concentrado en una única ubicación, la minería urbana exige una extensa red de recolección de residuos para conseguir materia-prima que justifique una planta productiva. Por eso, pocas empresas – ninguna en Brasil – realizan la etapa final del proceso, en la cual aprovechan residuos recibidos de todo el mundo (confiera Box en la pág. XX).

En Brasil, de acuerdo con estimativa de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), a cada año son generados 1,4 millones de toneladas de residuos electro-electrónicos. No existen datos oficiales acerca de su reaprovechamiento, pero se sugiere que en lo máximo 2% de ese material sean reciclados.

LEGISLACIÓN

En la actualidad, la destinación de eses y de otros residuos es regida en el país por la PNRS (Política Nacional de Residuos Sólidos), que obliga los diversos sectores de la economía a establecer con el gobierno federal compromisos de destinación ambientalmente correcta de los rechazos generados por sus actividades. El acuerdo con la industria de electro-electrónicos debe ser firmado aun este año, y estipulará que a partir de 2018 la industria recogerá, por año, un 17% del peso de los productos vendidos en el año anterior.

Para atender a los requisitos de la legislación, Abinee (Asociación Brasileña de la Industria Eléctrica y Electrónica), montó en el año que se pasó una operación bautizada como Green Eletron, que llevará a cabo la logística reversa – como es formalmente designada a la destinación de los rechazos –, de sus asociadas. João Carlos Redondo, director de sostenibilidad de Abinee, reconoce: “La recolección de electro-electrónicos en Brasil viene evolucionando, pero aun en pequeños pasos”.

Mismo no disponiendo de datos estadísticos, la directora del departamento de calidad ambiental y gestión de residuos del Ministerio del Medio Ambiente, Zilda Veloso, dice que hay expansión en la coleta de la basura electrónica en Brasil. “Hay una mayor concienciación de la población y mayor disponibilidad de ubicaciones para el descarte de equipos electro-electrónicos”, justifica.

Zilda Veloso recuerda, además, que grande parte de esa actividad ocurre de manera informal, una vez que en Brasil aún no se realiza la etapa final de la extracción de los metales preciosos de las placas de circuitos, que son exportadas tras ser colectadas y trituradas. “Así, grande parte del beneficio económico de la actividad queda en el exterior”, dice ella. “Brasil necesita de políticas de incentivo visando atraer empresas y tecnologías de reciclaje para acá.”

ESCENARIO

En el exterior existen ya operaciones complexas de reciclaje de electro-electrónicos. Tal vez la mayor de ellas sea la conducida por la norteamericana Sims, cuya red de unidades propias llega a aproximadamente 20 países, en diversos continentes.

Incluso, algunas operaciones tienen presencia en el mercado brasileño, como ocurre también con la norteamericana iTran, socia de Reciclo Metais, empresa de São Paulo que, a cada mes del año que se pasó, recicló una media de 70 toneladas de residuos electro-electrónicos, de planchas para alisarse los pelos a grandes equipos de diagnóstico médico, pasando por ordenadores, celulares y televisoras, entre inúmeros otros ítems.

Reciclo Metais, cuenta con el CEO Marcus Oliveira, separa y encamina para recicladores especializados un 96% de los materiales extraídos de electro-electrónicos. Las placas de circuitos, específicamente, son exportadas para países como Canadá, China y Alemana. En el mercado externo, llega a un valor medio de US$ 3 mil por tonelada (pero dependiendo de la cantidad de metales preciosos presentes, tal valor puede llegar a los US$ 10 mil).

Apostando en el potencial de la generación de negocios del mercado de reciclaje de electro-electrónicos, un inversionista privado acabó de se asociar a la empresa, que se cambió de un galpón de mil metros cuadrados para otro, con área 2,5 veces mayor. “La reciclaje de electro-electrónicos aumentará en Brasil, especialmente en consecuencia de las legislaciones, que no paran de evolucionar”, previene Oliveira.

Con lo todo, existen aún obstáculos al desarrollo de esa actividad. Uno de ellos es la aun poco significativa coleta de residuos, lo que obliga a Coopermiti – cooperativa paulistana que reúne más de 20 recicladores – a ocupar en la actualidad tan solo un 30% de su capacidad total de reciclaje de electro-electrónicos, en la actualidad en la casa de las 100 toneladas por mes. “En Brasil no disponemos aún de una cultura de reciclaje, ni se sabe bien que electro-electrónicos pueden ser peligrosos”, argumenta Alex Luiz Pereira, director de Coopermiti.

Además, es intensa la informalidad en ese sector, en lo cual muchas empresas, sin la debida habilitación para la actividad, se encargan de quitar los residuos electro-electrónicos y extraer solo las partes más valiosas, sin se preocupar con la correcta destinación del material que no les interesa. “Pero desde el año que se pasó las empresas de reciclaje precisan tener licencia ambiental”, afirma. “Y eso es ya un avance en el sentido de la formalización.”